La fotógrafa Marta Medina abre las puertas de su casa familiar, un amplio chalé donde los espacios abiertos son la gran baza, tanto en el exterior como en el interior.
Lograr espacios generosos y diáfanos fue el objetivo principal de la reforma interior de esta casa unifamiliar con piscina y jardín situada a las afueras de Madrid. Para ello, se optó por eliminar muros y ampliar habitaciones en las dos plantas en las que se distribuye el chalé.
El darbuka, el kílim y los adornos que cuelgan del techo rememoran los viajes que la propietaria ha realizado por el fascinante Marruecos. El acogedor saloncito en madera de teca invita a mantener conversaciones sin prisa.
El pequeño vestíbulo da acceso a una planta de espacios abiertos. Se dividió en dos alturas para separar ambientes: a la derecha, el comedor y a la izquierda, el acogedor salón. Frente a la puerta se dispuso un rincón de trabajo.
En la planta baja se dispusieron distintos saloncitos para disfrutar de cada momento del día, el rincón de trabajo, el comedor, la cocina y un pequeño aseo. La separación de ambientes viene dada por dos alturas. Las tres habitaciones que componían la planta superior se convirtieron en dos con el fin de ganar metros. Así, al dormitorio principal se le añadió un vestidor y al de los niños, un espacio de juegos. Aquí también se ubica el cuarto de baño a diferente altura.
Situado en un rincón, este primer salón se compone de un sofá retapizado en terciopelo color chocolate y una mesa baja en cristal y metal. En la pared, unos estantes volados sirven de librería y leñera.
En medio de la planta se instaló un segundo saloncito en torno a un mueble bar art decó, ideal para tomar el aperitivo. El estilo del sofá retapizado en terciopelo color chocolate y el de las mesitas es idéntico al del salón anterior.
La casa ganó en luminosidad al pintarla toda de blanco y colocar una tarima laminada de Pergo acabada en blanco. Los muebles y la decoración son un acertado popurrí de piezas antiguas y modernas con otras traídas de diferentes países y culturas. Piezas de los años 50 y 60 se mezclan con objetos variopintos adquiridos por los propietarios en mercadillos al aire libre en sus múltiples viajes a Londres y París, en sus visitas a anticuarios o en las largas estancias en África y Asia, de donde proceden algunos de sus más preciados objetos; como las magníficas alfombras distribuidas por toda la vivienda.
Tras el comedor se accede a una relajante y sencilla estancia presidida únicamente por un sofá de dos plazas que desemboca en una chaise longue y una mesita de centro vintage, adquirida en anticuario. En el suelo, una elegante alfombra de nudos de origen marroquí.
Los muebles son el único elemento que cierra cada ambiente, como se aprecia en los salones y en el comedor.
Una mano de pintura de color lila fue la leve transformación que sufrió la fachada de esta casa. La reforma mayúscula se realizó en el interior al eliminar muros con el fin de conseguir espacios abiertos. El color blanco en paredes y suelos logró llenarla de luminosidad y recrear el estilo ibicenco que tanto gusta a la dueña.
La decoración vino de la mano de la propietaria. Para ello eligió piezas de diferentes estilos y tendencias que mezcló con souvenirs traídos de sus viajes por África e India. En cuanto a las puertas y ventanas, se respetaron las genuinas, tan solo se les aplicó una mano de pintura en el mismo lila con el que se pintó la fachada.
La sencillez es la gran protagonista de la espaciosa cocina. El blanco de la encimera y los muebles bajos contrasta con los tonos metálicos presentes en los tiradores, la propia cocina de gas y la campana extractora de humos.
En una de las paredes se ubicó la zona fría de la cocina representada por dos frigoríficos, uno metalizado y otra en rojo que acapara todas las miradas. Entre ambos se dispuso un mueble bajo donde descansa una pizarra en la que apuntar las listas de la compra.
La habitación infantil está formada por una zona de descanso, con camas en forma de L adquiridas en Londres, y un área de juegos y estudio.
Un cabecero de piel diseñado por la propietaria enmarca la amplia cama de matrimonio a cuyos lados se colocaron, en contraste, unas mesillas negras. A un lado se dispusieron unas cómodas de cajones para almacenar ropa doblada y complementos.
Una impresionante cómoda de estilo eduardino, adquirida en Londres, separa el dormitorio principal del cuarto de baño ubicado a diferente altura. Sobre ella, unos curiosos maniquíes de sombrerería, típicos de los años 50.
Lograr espacios generosos y diáfanos fue el objetivo principal de la reforma interior de esta casa unifamiliar con piscina y jardín situada a las afueras de Madrid. Para ello, se optó por eliminar muros y ampliar habitaciones en las dos plantas en las que se distribuye el chalé.
El darbuka, el kílim y los adornos que cuelgan del techo rememoran los viajes que la propietaria ha realizado por el fascinante Marruecos. El acogedor saloncito en madera de teca invita a mantener conversaciones sin prisa.
El pequeño vestíbulo da acceso a una planta de espacios abiertos. Se dividió en dos alturas para separar ambientes: a la derecha, el comedor y a la izquierda, el acogedor salón. Frente a la puerta se dispuso un rincón de trabajo.
En la planta baja se dispusieron distintos saloncitos para disfrutar de cada momento del día, el rincón de trabajo, el comedor, la cocina y un pequeño aseo. La separación de ambientes viene dada por dos alturas. Las tres habitaciones que componían la planta superior se convirtieron en dos con el fin de ganar metros. Así, al dormitorio principal se le añadió un vestidor y al de los niños, un espacio de juegos. Aquí también se ubica el cuarto de baño a diferente altura.
Situado en un rincón, este primer salón se compone de un sofá retapizado en terciopelo color chocolate y una mesa baja en cristal y metal. En la pared, unos estantes volados sirven de librería y leñera.
En medio de la planta se instaló un segundo saloncito en torno a un mueble bar art decó, ideal para tomar el aperitivo. El estilo del sofá retapizado en terciopelo color chocolate y el de las mesitas es idéntico al del salón anterior.
La casa ganó en luminosidad al pintarla toda de blanco y colocar una tarima laminada de Pergo acabada en blanco. Los muebles y la decoración son un acertado popurrí de piezas antiguas y modernas con otras traídas de diferentes países y culturas. Piezas de los años 50 y 60 se mezclan con objetos variopintos adquiridos por los propietarios en mercadillos al aire libre en sus múltiples viajes a Londres y París, en sus visitas a anticuarios o en las largas estancias en África y Asia, de donde proceden algunos de sus más preciados objetos; como las magníficas alfombras distribuidas por toda la vivienda.
Tras el comedor se accede a una relajante y sencilla estancia presidida únicamente por un sofá de dos plazas que desemboca en una chaise longue y una mesita de centro vintage, adquirida en anticuario. En el suelo, una elegante alfombra de nudos de origen marroquí.
Los muebles son el único elemento que cierra cada ambiente, como se aprecia en los salones y en el comedor.
Una mano de pintura de color lila fue la leve transformación que sufrió la fachada de esta casa. La reforma mayúscula se realizó en el interior al eliminar muros con el fin de conseguir espacios abiertos. El color blanco en paredes y suelos logró llenarla de luminosidad y recrear el estilo ibicenco que tanto gusta a la dueña.
La decoración vino de la mano de la propietaria. Para ello eligió piezas de diferentes estilos y tendencias que mezcló con souvenirs traídos de sus viajes por África e India. En cuanto a las puertas y ventanas, se respetaron las genuinas, tan solo se les aplicó una mano de pintura en el mismo lila con el que se pintó la fachada.
La sencillez es la gran protagonista de la espaciosa cocina. El blanco de la encimera y los muebles bajos contrasta con los tonos metálicos presentes en los tiradores, la propia cocina de gas y la campana extractora de humos.
En una de las paredes se ubicó la zona fría de la cocina representada por dos frigoríficos, uno metalizado y otra en rojo que acapara todas las miradas. Entre ambos se dispuso un mueble bajo donde descansa una pizarra en la que apuntar las listas de la compra.
La habitación infantil está formada por una zona de descanso, con camas en forma de L adquiridas en Londres, y un área de juegos y estudio.
Un cabecero de piel diseñado por la propietaria enmarca la amplia cama de matrimonio a cuyos lados se colocaron, en contraste, unas mesillas negras. A un lado se dispusieron unas cómodas de cajones para almacenar ropa doblada y complementos.
Una impresionante cómoda de estilo eduardino, adquirida en Londres, separa el dormitorio principal del cuarto de baño ubicado a diferente altura. Sobre ella, unos curiosos maniquíes de sombrerería, típicos de los años 50.
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