El arquitecto Rubén Mochi encontró en Buenos Aires un refugio con reminiscencias de la ciudad italiana donde vivió y trabajó durante 25 años.
Tapizado en jacquard color oro, mantas de lana de la India, sofá Bhakti tipo mariposa diseñado por Mochi y producido por Gruppo Industriale Busnelli
A principios de los 80 y recién recibido de arquitecto, Rubén Mochi se instaló en Milán, el sitio indicado para alimentar su vocación de diseñador. Enseguida, sus buenas ideas le abrieron las puertas de la tradicional casa de accesorios Trussardi, para la que realizó una línea de muebles. A la vez, se sumó al Grupo Zeus, uno de los principales movimientos conceptuales de Milán, que entonces proponía el uso de piezas de hierro en color negro en la decoración de interiores, una idea revolucionaria en esos años.
Si bien Mochi se especializa en la creación de divanes y lámparas como la ‘Ñandú’, por la que ganó el premio Young Design en Italia, es también reconocido por la realización de tiendas, stands y showrooms para firmas como Dolce & Gabbana, Chanel, Lee o la empresa india de textiles Synergy Home. Con una trayectoria sólida, en 2005 Rubén sintió que era el momento de volver a la Argentina para transmitir lo que había aprendido. En naranja, el sillón Eros y el Louis Ghost ambos de Kartell. Lámpara de pie Ñandú Plus diseñada por Mochi y producida por Effetto Luce.
En un departamento de la avenida Callao, que le permite contemplar las cúpulas del Colegio del Salvador hasta el Congreso, Mochi encontró la similitud con el paisaje de Milán. Esa imagen querida fue uno de los factores determinantes para elegir su nuevo hogar en un edificio art déco de 1926 destinado a estudios y oficinas. La personalidad definida de la construcción también sedujo a Mochi, que recuperó la madera de las aberturas y los pisos de caldén. A pesar de que era un lugar pensado para el trabajo, el espacio ganó el clima de un hogar gracias a la inteligente combinación de muebles y objetos nuevos, antiguos, atesorados y diseñados por el dueño de casa.
Un escritorio de 1960 de las oficinas Olivetti en Milán y prototipo de biblioteca en perfiles especiales de aluminio, obra de Mochi
Este escenario, privado e íntimo, también responde a un momento personal. Es que en Milán Rubén habitó casas preparadas para exhibir su trabajo como diseñador. En cambio, este refugio urbano está en armonía con su presente, más reflexivo, que se reparte entre sus horas como docente en la carrera de Decoración de Interiores en la Universidad de Palermo, sus cursos en la Sociedad Central de Arquitectos y la proyección de una línea propia de productos ecosostenibles con identidad argentina, en la que imagina a la cultura andina y a la madera como protagonistas.
Los revestimientos (Abet Laminati) en salmón y la cortina de la India, mueble de Stylo Cucina, banqueta de aluminio Jamaica (Newton)Aporta color la falsa cortina que funciona como respaldo. Manta traída de la India. Mesa de luz Jolly de Kartell, banquito con forma de flor de Edra por Mochi
Tapizado en jacquard color oro, mantas de lana de la India, sofá Bhakti tipo mariposa diseñado por Mochi y producido por Gruppo Industriale Busnelli
A principios de los 80 y recién recibido de arquitecto, Rubén Mochi se instaló en Milán, el sitio indicado para alimentar su vocación de diseñador. Enseguida, sus buenas ideas le abrieron las puertas de la tradicional casa de accesorios Trussardi, para la que realizó una línea de muebles. A la vez, se sumó al Grupo Zeus, uno de los principales movimientos conceptuales de Milán, que entonces proponía el uso de piezas de hierro en color negro en la decoración de interiores, una idea revolucionaria en esos años.
Si bien Mochi se especializa en la creación de divanes y lámparas como la ‘Ñandú’, por la que ganó el premio Young Design en Italia, es también reconocido por la realización de tiendas, stands y showrooms para firmas como Dolce & Gabbana, Chanel, Lee o la empresa india de textiles Synergy Home. Con una trayectoria sólida, en 2005 Rubén sintió que era el momento de volver a la Argentina para transmitir lo que había aprendido.
En un departamento de la avenida Callao, que le permite contemplar las cúpulas del Colegio del Salvador hasta el Congreso, Mochi encontró la similitud con el paisaje de Milán. Esa imagen querida fue uno de los factores determinantes para elegir su nuevo hogar en un edificio art déco de 1926 destinado a estudios y oficinas. La personalidad definida de la construcción también sedujo a Mochi, que recuperó la madera de las aberturas y los pisos de caldén. A pesar de que era un lugar pensado para el trabajo, el espacio ganó el clima de un hogar gracias a la inteligente combinación de muebles y objetos nuevos, antiguos, atesorados y diseñados por el dueño de casa.
Un escritorio de 1960 de las oficinas Olivetti en Milán y prototipo de biblioteca en perfiles especiales de aluminio, obra de Mochi
Este escenario, privado e íntimo, también responde a un momento personal. Es que en Milán Rubén habitó casas preparadas para exhibir su trabajo como diseñador. En cambio, este refugio urbano está en armonía con su presente, más reflexivo, que se reparte entre sus horas como docente en la carrera de Decoración de Interiores en la Universidad de Palermo, sus cursos en la Sociedad Central de Arquitectos y la proyección de una línea propia de productos ecosostenibles con identidad argentina, en la que imagina a la cultura andina y a la madera como protagonistas.
Los revestimientos (Abet Laminati) en salmón y la cortina de la India, mueble de Stylo Cucina, banqueta de aluminio Jamaica (Newton)
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