Una reforma profunda y muebles sabiamente reciclados convirtieron esta vivienda, antes ruinosa, en habitable. Sin perder, por supuesto, sus espléndidas vistas al Mediterráneo.
El artífice de esta reforma total fue Lázaro Rosa-Violán, de Contemporain Studio. El interiorista, en una tarea titánica y casi artesanal, logró con éxito respetar la estructura básica de la vivienda, repartida en dos plantas y situada frente al mar. Las vistas desde la terraza son todo un privilegio.
Ese aire marinero de puertas para fuera se mantiene también en la decoración interior. Prueba de ello está en los muebles azules y blancos, en las rayas del tapizado de los sofás, en las puertas con originales ojos de buey —que nos recuerdan las ventanas de los barcos— o en los cuadros repartidos por toda la casa con mapas o cartas de navegación. Una coherencia aplastante que impregna cada rincón de la vivienda: desde el salón y la cocina, en la planta baja, hasta los cuartos de baño o los dormitorios, situados arriba.
Esta miscelánea de estilos se debe, en gran medida, al espíritu aventurero del interiorista, en su búsqueda incansable de viejos muebles de muy diversas procedencias, y a los que les dota de nuevos usos, como el carrito auxiliar de la cocina, que en origen pertenecía a una clínica.
via:www.micasarevista.com
El azul del mar y el blanco de la luz del Mediterráneo son los grandes protagonistas de esta espectacular casa enclavada en la Costa Brava. Quién iba a decir viendo las imágenes de este reportaje que la vivienda fue rescatada de un estado ruinoso.
El artífice de esta reforma total fue Lázaro Rosa-Violán, de Contemporain Studio. El interiorista, en una tarea titánica y casi artesanal, logró con éxito respetar la estructura básica de la vivienda, repartida en dos plantas y situada frente al mar. Las vistas desde la terraza son todo un privilegio.
Ese aire marinero de puertas para fuera se mantiene también en la decoración interior. Prueba de ello está en los muebles azules y blancos, en las rayas del tapizado de los sofás, en las puertas con originales ojos de buey —que nos recuerdan las ventanas de los barcos— o en los cuadros repartidos por toda la casa con mapas o cartas de navegación. Una coherencia aplastante que impregna cada rincón de la vivienda: desde el salón y la cocina, en la planta baja, hasta los cuartos de baño o los dormitorios, situados arriba.
Para reforzar el estilo navy, se utilizaron muebles que fueron en su día piezas pertenecientes a barcos. Por ejemplo, los sofás del estar eran camas de camarote, o las mesillas del dormitorio principal decoraban el salón de eventos de un antiguo transatlántico. Junto a estas piezas procedentes de otros escenarios se hallan diseños vintage, como la cómoda holandesa del siglo XIX del dormitorio principal, la alacena de la cocina o el suelo, de pino reciclado de un convento.
Esta miscelánea de estilos se debe, en gran medida, al espíritu aventurero del interiorista, en su búsqueda incansable de viejos muebles de muy diversas procedencias, y a los que les dota de nuevos usos, como el carrito auxiliar de la cocina, que en origen pertenecía a una clínica.
La decoración de esta casa se caracteriza por la segunda oportunidad que se le ha concedido a determinados objetos, cuyos usos nada tenían que ver con su primitiva utilidad. Por ejemplo, los veladores situados junto a cada uno de los brazos del sofá, que en su origen fueron las mesas del salón de eventos de un transatlántico.
Ideas
- A pesar del mal estado de la vivienda, aquí nada se tiró. Los materiales de derribo se mezclan con muebles de mercadillos y almonedas. Otra muestra de la intensa labor de recuperación la ejemplariza el suelo, de pino reciclado de un antiguo convento. Así como algunas paredes de la casa forradas con lamas de castaño pintadas de color blanco.
- Piezas vintage conviven con otras de plena actualidad. Es el caso de la alacena y el carrito auxiliar de la cocina, o del aparador de color añil y las cartas de navegación del siglo XIX enmarcadas, ubicados en el salón y en claro contraste con los taburetes en forma de tronco, de marcada tendencia, o la butaca de Le Corbusier del dormitorio.
- A pesar del mal estado de la vivienda, aquí nada se tiró. Los materiales de derribo se mezclan con muebles de mercadillos y almonedas. Otra muestra de la intensa labor de recuperación la ejemplariza el suelo, de pino reciclado de un antiguo convento. Así como algunas paredes de la casa forradas con lamas de castaño pintadas de color blanco.
- Piezas vintage conviven con otras de plena actualidad. Es el caso de la alacena y el carrito auxiliar de la cocina, o del aparador de color añil y las cartas de navegación del siglo XIX enmarcadas, ubicados en el salón y en claro contraste con los taburetes en forma de tronco, de marcada tendencia, o la butaca de Le Corbusier del dormitorio.
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