Como un museo, pero colorido y selvático: así son los patios de este original local en San Telmo.
En esta casa del siglo XIX funciona Cualquier Verdura, el novedoso local a cargo de los hermanos Violeta y Esteban Brenman, donde todo -pero todo- está a la venta. El proyecto de paisajismo de sus patios, realizado por Teresa Zuberbühler y Ernestina Anchorena, mantuvo intactos todos sus espacios, con una única y clara consigna: que el resultado final reflejara la audacia y originalidad de la propuesta del local, manteniendo el espíritu de la construcción original.
En este patio pintado de rosa fuerte se destaca la fuente de pared, coronada por la escultura de un buda que toma mate, encargado especialmente a la escultora Desirée De Ridder, al igual que los apliques de pared 'Ciempiés' violetas y las mayólicas. Bajo el vitreaux, juego de mesa y sillas de hierro comprado por la dueña. Sobre la mesa, bandeja con mate y bombilla, termo vintage y cupcakes tejidas a crochet (todo Cualquier Verdura). El piso sólo se agujereó para colocar una glicina que sube al patio superior y un jazmín que recorre el patio.
Contra la pared de un rosado intenso, antigua cortadora de césped y, en el piso, vasija blanca poblada de lentejas de agua. Un segundo patio, también en planta baja, se diferencia por sus paredes amarillas y el diseño distinto de los mosáicos calcáreos. Junto a la pared grafiteada que lleva a la terraza, caballito hamaca hecho con restos de gomas Fate.
El color de los apliques de pared 'Ciempiés' (Desireé De Ridder) acompaña el verde, que no discrimina especies ni tamaños: desde la planta de hojas inmensas en el macetero azul al pie de la escalera hasta las hojas aterciopeladas de los malvones que acompañan los escalones y tantas otras, en macetas antiguas (De Ayer y de Siempre) o en latas pintadas que refuerzan la idea del reciclaje.
En esta casa del siglo XIX funciona Cualquier Verdura, el novedoso local a cargo de los hermanos Violeta y Esteban Brenman, donde todo -pero todo- está a la venta. El proyecto de paisajismo de sus patios, realizado por Teresa Zuberbühler y Ernestina Anchorena, mantuvo intactos todos sus espacios, con una única y clara consigna: que el resultado final reflejara la audacia y originalidad de la propuesta del local, manteniendo el espíritu de la construcción original.
En este patio pintado de rosa fuerte se destaca la fuente de pared, coronada por la escultura de un buda que toma mate, encargado especialmente a la escultora Desirée De Ridder, al igual que los apliques de pared 'Ciempiés' violetas y las mayólicas. Bajo el vitreaux, juego de mesa y sillas de hierro comprado por la dueña. Sobre la mesa, bandeja con mate y bombilla, termo vintage y cupcakes tejidas a crochet (todo Cualquier Verdura). El piso sólo se agujereó para colocar una glicina que sube al patio superior y un jazmín que recorre el patio.
Contra la pared de un rosado intenso, antigua cortadora de césped y, en el piso, vasija blanca poblada de lentejas de agua. Un segundo patio, también en planta baja, se diferencia por sus paredes amarillas y el diseño distinto de los mosáicos calcáreos. Junto a la pared grafiteada que lleva a la terraza, caballito hamaca hecho con restos de gomas Fate.
El color de los apliques de pared 'Ciempiés' (Desireé De Ridder) acompaña el verde, que no discrimina especies ni tamaños: desde la planta de hojas inmensas en el macetero azul al pie de la escalera hasta las hojas aterciopeladas de los malvones que acompañan los escalones y tantas otras, en macetas antiguas (De Ayer y de Siempre) o en latas pintadas que refuerzan la idea del reciclaje.
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